viernes, 20 de julio de 2012

Lo que pasa cuando no pasa nada

El frio del amanecer acompaña a un capuchino y a una piel que muere cada noche en sueños pero que de día se aterciopela de esperanzas. La frescura del tomate se deshace en la boca mientras suenan ruidos de motores, pájaros y los vaivenes de un padre que hace esa mañana de jardinero ocasional. La luz irisada baña la higuera y el cemento y suena en la radio, muy de fondo, sin miedo de Rosana. Sé lo que es estar en paz pero no alegre, ausencia de miedo, de todo, solo el pálpito de un cuerpo que se siente amado y acariciado por cada cosa que me rodea. El sol me da en la cara y pongo los pies firmes en el frío suelo.
Quiero que este momento no se me olvide nunca.



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