miércoles, 3 de octubre de 2012

Sobre el trayecto


¡Oh peregrino del laberinto que tu sueño encierra!

Cautivo en ti, mil tardes soñadoras, el símbolo adoré de agua y de piedra.

Antonio Machado


Los viajes siempre tienen algo de hipnótico, te enajenan. El viaje, el tiempo que dura el trayecto, tiene un algo de preparatorio, de puesta a punto. Nos concede una pausa; en trance, el cuerpo entra en una nueva fase.

Si te descuidas, si no te relajas y liberas tu mente, si no entras en ese mecerse del no tiempo y de la sucesión de lugares indefectiblemente te has entregado al laberinto de tu mente —laberinto que silencia la Voz, esa a la que se le han concedido tantos nombres y que solo es nuestro subconsciente en comunicación directa con una trascendentalidad viva y perfecta—.


En cada viaje el exterior me devuelve una serenidad rasa, sus elementos me restan impurezas. Detenidos, conectamos con el núcleo, renacemos con un nuevo impulso.

Ni una sola vuelta a casa ha sido como las demás.
Algún día quiero llegar desde el mar.